viernes, 15 de mayo de 2009

The Horchata Incident

El otro día deambulando a lo zombie por el hipermercado (hiperfeliz) me encontré con una estantería llena de botellas de horchata. No recordaba muy bien a qué sabía la horchata, pero el nombre siempre me ha hecho mucha risa, "horchata de chufa", jejeje si es que sólo con decirlo entra la risa floja.
No necesité más motivación que un nombre gracioso para comprarme una botella.

Por aquel entonces ignoraba que lo que estaba comprando más que jugo de chufa era un problema. Y no, el problema no es que la horchata tuviera colorantes artificiales ni que estuviera maldita a lo yogul-lado, no. El problema es... ¿Cuándo se bebe uno un vaso de horchata?. No quita demasiado la sed, No sustituye a la leche en el desayuno, es poco contundente para servir de postre y desde luego es una afrenta para servir de merienda a un meriendero pro como yo.

Y ahí estaba la botella de horchata día tras día mirándome desde su balda en la nevera, fardando de su inmaculada presencia, mostrándome su nívea repletez con chulería, segura de que yo jamás encontraría el momento de abrirla y empezar a vaciarla en mi gargante. Pero no contaba con mi astucia, mi diligencia y las alarmas de mi teléfono. Establecí en mi móvil las 19.30, un rato después de la merienda, como el Official Horchata Time y ese fue el principio del fin de la vida de esa horchata fanfarrona que me torturaba con sus risas engreídas desde la nevera por las noches.

Por cierto, he redescubierto que la horchata no me gusta. Pero he ganado la batalla y eso es mucho más importante.