sábado, 11 de octubre de 2008

Quejarse es gratis (III)

Le he enviado un furibundo e-mail al Ayuntamiento de Madrid.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, espero acertar. Les envío este e-mail porque como nuevo habitante de su ciudad me he percatado de una grave negligencia a la que ustedes quizás ya se hayan acostumbrado. Y aunque digo negligencia me temo que puede ser algo terroríficamente intencionado, ustedes me sacarán de ese error si es tal. Me refiero nada más y nada menos que a la estatua del oso y el madroño. ¿Qué clase de oso es ese que casi es tan grande como el árbol? ¿Qué quieren decirnos con eso? ¿Qué pretenden? ¿Que la gente se quede en su apabullante urbe atemorizada de salir al campo por si un oso de seis metros de altura les ataca? ¿Quieren encerrarnos para siempre en su infierno de metal y humo y que nos olvidemos del campo? ¿Quieren que los niños empiecen a tener miedo del Oso Yogui? Francamente, ni Pavlov condicionaba a sus perros de un modo tan burdo.

Espero una explicación.

Muchas gracias.

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