sábado, 15 de enero de 2011

Pues súbete la bragueta.

Llevo años haciéndolo, sé que no debería, pero lo hago, y nadie se ha dado cuenta, hasta ahora. Al comienzo fueron pequeñas bromas, pequeñas charadas inapreciables. En el código de mis páginas web incluía breves comentarios, bien escondidos entre todo el fango del html, unos claros entre todo ese espeso bosque farragoso. No eran comentarios sobre el propio código, eran, por poner un ejemplo entonces recurrente, palabras sueltas que me hacían gracia como "panqueque", "saltimbanqui" o "cuchufleta", todo muy dadá, muy personal, unas travesuras inofensivas, petardos de veinticinco pesetas.
Pero nadie se daba cuenta y me fui confiando, de palabras sueltas pasé a frases, frases descontextualizadas, a menudo insultantes, daba igual, nadie se fijaba nunca, era invisible, nadie iba a ponerse a buscar entre el código de mis páginas línea a línea como si allí fuese a encontrar las claves del asesinato de Kennedy o la forma de hallar la piedra filosofal, allí podía escribir lo que quisiera y hacerlo público sin que jamás lo leyera nadie. Pero estaba el riesgo, siempre estaba el riesgo, el riesgo era lo único que hacía que tuviera sentido. No era lo mismo que escribir algo y guardarlo en un cajón bajo llave, lo que escribía estaba expuesto, estaba al alcance de todo el mundo. Allí podía gritar, eran gritos de verdad aunque nadie los llegase a oír nunca, yo oía el árbol cayendo en el bosque, yo estaba allí, estaba solo, pero estaba en el bosque.

Lo que escribía se fue volviendo cada vez más introspectivo, laberíntico, intestinal, y así fui diluyéndome naturalmente en la poesía y nadie se dio cuenta tampoco entonces. Pasaron los años, depuré mi técnica, la llevé lo más lejos que pude -que no fue mucho-. Hasta que un día, también de forma líquida, la poesía pasó a formar parte del bosque, los comentarios dejaron de ser comentarios la poesía pasó a formar parte del código propiamente dicho, ya no usaba el lenguaje ordinario, era poesía en html, las etiquetas cobraron musicalidad y significado, un significado que probablemente sólo fuera capaz de descifrar yo, pero un significado al fin y al cabo. Ya era completamente imposible que nadie me oyera gritar nunca. Pero yo seguí gritando.

¿Qué? ¿Qué os ha parecido esta? Parecía que iba a ser el mismo rollo de siempre, las mismas locuras, con esos petardos de veinticinco pesetas, ¿y qué me decís del título?... jeje, pero menudo giro, menudo giro hacia el drama, como una confesión, un "¡eh! ojo, el simiópata tiene corazón, corazón de mono, pero corazón". Y encima ahora quiere quitarle hierro al asunto añadiendo este último párrafo ligero. Tiene delito. ¿A cuántos niveles podré llevar todo este rollo de los metacomentarios? Yo ya he perdido la cuenta. Encima se autodenomina simiópata, este tío es imbécil.

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