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domingo, 5 de junio de 2011

El bigote fantasma


¿Habéis visto a Aznar últimamente?, bien, miradle atentamente ¿No notáis nada raro? No, claro que no lo notáis, nadie lo nota, pero ya no tiene bigote, YA NO TIENE BIGOTE. Aznar no tiene bigote y nadie lo ve. Entre su nariz y su labio superior hay un erial paralítico que el subconsciente colectivo sigue llenando de pelo. Se ha producido un fenómeno como el de los miembros fantasmas de los amputados pero al revés. Los amputados siguen notando el miembro que les falta y nosotros seguimos notando el bigote que le falta a Aznar.


Aunque no sé si a él le pasará lo mismo, a lo mejor él también sigue viendo su bigote. Joder, eso sería terrible, estaría todo el día afeitándose, muy obsesionado, pasándose la cuchilla muy fuerte, Ana Botella preocupadísima porque a su marido se le está yendo la cabeza de cojones, bueno no, que va a estar preocupada, ella también vería el bigote fantasma y a lo mejor hasta le ayudaría a afeitarse. Menuda pesadilla, acabaría arrancándose el labio superior.

Yo creo que si se arranca el labio superior y deja al aire la piñata con un buen tramo de encía el horror sustituirá al miembro fantasma y se acabará ese espejismo diabólico. Sería algo asqueroso pero comprensible, algo tangible y no un puto juego espectral desconcertante. Habría que estar muy loco ya para seguir viendo ahí un buen bigote en vez de ese atisbo repugnante de calavera y muerte.


sábado, 9 de abril de 2011

Pégale al suelo.

Esa cosa tan humana, te tropiezas y miras atrás a ver por qué ha pasado, miras al suelo buscando explicaciones. Un pequeño click, un 'ir más allá'. Enfadarte mucho con el suelo, le insultas, te tiras encima de él y le arreas unos buenos puñetazos, hasta que te sangran los nudillos depellejados. Morder el suelo. No por un bordillo a lo fácil, atacando una zona asible, no, muerdes el suelo en su parte plana, los 180º de suelo, tienes que abrir la boca hasta el infinito, estás tan enfadado que lo consigues, te crujen las mandíbulas como si partieras nueces y abarcas el suelo muy fuerte, se te incrustan los dientes en las encías. Mucha sangre y cemento.

Y ni siquiera es una cosa pasajera, una enajenación, no, no, aquí no te levantas y te ríes excusándote 'jeje perdón, se me ha ido la olla', este es un enfado serio, con rencor. Luego vas hablando mal del suelo, vas intentando poner a la gente en su contra, malmetiendo.

adam west floor sign wet floor


domingo, 13 de marzo de 2011

Pesadilla cosmética.

Después de mucha crema exfoliante, mucho aloe vera, mucha baba de caracol, no sé, después de mucha neurosis con el tema una mujer consigue tener las manos completamente suaves, el nivel máximo de suavidad, un 100%, un absoluto. Pero el destino se ríe en su cara, sus manos ahora tienen un índice de rozamiento 0 y es completamente incapaz de coger nada, todo le resbala, sus manos son tan suaves que son completamente inútiles, no puede coger ni una puta taza. Se tiene que inventar pequeñas liturgias siempre que quiere coger algo, mojar las manos en agua y meterlas en un cubo de arena para rebozarlas para que así ofrezcan algo de resistencia, encima tiene que hacerlo rapidísimo porque sino el agua se le escurre. En la teletienda ni siquiera le avisaron de que eso pudiera pasar y los lleva a juicio. Va al juzgado con sus dedos de croqueta sosteniendo un maletín. En el maletín ni siquiera lleva nada, sólo lo lleva para mostrar su drama. Es una farsante desde el principio. ¿A qué venía esa obsesión con suavizarse tanto las manos?

jueves, 10 de marzo de 2011

Mantén tu puesto de trabajo


Estoy a punto de batir mi récord absoluto de permanencia en un mismo empleo así que ya estoy en la posición de dar consejos sobre el tema, de acogeros bajo mi brazo y empezar a divagar en vuestras narices como si me hubiera llegado la senectud, váis a oler mi aliento a zarzaparrilla hasta que tengáis náuseas. Dejad que sea vuestro mentor laboral por un día joder, hacedme caso, que hoy os traigo material del bueno.

¿Cuál es la manera más segura de mantener un puesto laboral? ¿Hacer bien el trabajo? Sí claro, pero eso es trampa. Es como un chiste de vómitos o de amputaciones: aunque sea malísimo te ríes. Eso es jugar sucio, ir por el camino fácil, es muy comercial joder, no me seáis mierdas, no vendáis vuestros culos al mainstream. Hacer bien tu trabajo no tiene ningún mérito. La verdadera aventura comienza cuando intentas mantener tu puesto de trabajo haciéndolo mal. ¿Cómo? preguntarán miles de lectores ávidos de superar su propio récord en el buscaminas una y otra vez desde sus oficinas hasta el fin de los días.

Es más fácil de lo que parece. Pensadlo. Para que os despidan algún encargado de personal o similar tiene que comunicaros la noticia y es bastante fácil saber quién es el responsable de esas labores en cada empresa. Acojonad a ese medianía, que os tenga miedo desde el primer día, que piense que sois peligrosos, que sois capaces de echarle abajo la barraca a la mínima. Pero sin pasaros, no puede tener pruebas contra vosotros. Murmurad a su paso amenazas inconexas, haced comentarios ambiguos sobre sus hijos, dadle la mano con fuerza todas las mañanas mirándole fíjamente a los ojos. Tenéis que hacerle pensar que si os despide, a la mañana siguiente pasarán cosas, cosas con machetes y fuego, mucho fuego, FUEGO A TOPE*.

Pero cuidado, sólo lo tiene que saber él, sólo tiene que tener miedo él, si varias personas se juntan y se posicionan en vuestra contra podrían envalentonarse y despediros descubriendo toda vuestra farsa. Tenéis que aislarle en su pánico, convertirle en ese primer testigo de las películas de terror, ese pobre diablo que ha contemplado el horror y al que nadie cree.

Sentid su miedo, regodearos en su pánico mientras pasáis las horas muertas en la oficina mirando al techo, cumpliendo el sueño americano, haciendo girar la rueda del capital, prosperando.

*En un momento de El Cuervo, dos malvados punks gritan por la calle '¡Fuego a tope! ¡Fuego a Tope!' en lo que la crítica cinematográfica ha considerado universalmente como la mejor y más sutil caracterización de un antagonista.

sábado, 15 de enero de 2011

Pues súbete la bragueta.

Llevo años haciéndolo, sé que no debería, pero lo hago, y nadie se ha dado cuenta, hasta ahora. Al comienzo fueron pequeñas bromas, pequeñas charadas inapreciables. En el código de mis páginas web incluía breves comentarios, bien escondidos entre todo el fango del html, unos claros entre todo ese espeso bosque farragoso. No eran comentarios sobre el propio código, eran, por poner un ejemplo entonces recurrente, palabras sueltas que me hacían gracia como "panqueque", "saltimbanqui" o "cuchufleta", todo muy dadá, muy personal, unas travesuras inofensivas, petardos de veinticinco pesetas.
Pero nadie se daba cuenta y me fui confiando, de palabras sueltas pasé a frases, frases descontextualizadas, a menudo insultantes, daba igual, nadie se fijaba nunca, era invisible, nadie iba a ponerse a buscar entre el código de mis páginas línea a línea como si allí fuese a encontrar las claves del asesinato de Kennedy o la forma de hallar la piedra filosofal, allí podía escribir lo que quisiera y hacerlo público sin que jamás lo leyera nadie. Pero estaba el riesgo, siempre estaba el riesgo, el riesgo era lo único que hacía que tuviera sentido. No era lo mismo que escribir algo y guardarlo en un cajón bajo llave, lo que escribía estaba expuesto, estaba al alcance de todo el mundo. Allí podía gritar, eran gritos de verdad aunque nadie los llegase a oír nunca, yo oía el árbol cayendo en el bosque, yo estaba allí, estaba solo, pero estaba en el bosque.

Lo que escribía se fue volviendo cada vez más introspectivo, laberíntico, intestinal, y así fui diluyéndome naturalmente en la poesía y nadie se dio cuenta tampoco entonces. Pasaron los años, depuré mi técnica, la llevé lo más lejos que pude -que no fue mucho-. Hasta que un día, también de forma líquida, la poesía pasó a formar parte del bosque, los comentarios dejaron de ser comentarios la poesía pasó a formar parte del código propiamente dicho, ya no usaba el lenguaje ordinario, era poesía en html, las etiquetas cobraron musicalidad y significado, un significado que probablemente sólo fuera capaz de descifrar yo, pero un significado al fin y al cabo. Ya era completamente imposible que nadie me oyera gritar nunca. Pero yo seguí gritando.

¿Qué? ¿Qué os ha parecido esta? Parecía que iba a ser el mismo rollo de siempre, las mismas locuras, con esos petardos de veinticinco pesetas, ¿y qué me decís del título?... jeje, pero menudo giro, menudo giro hacia el drama, como una confesión, un "¡eh! ojo, el simiópata tiene corazón, corazón de mono, pero corazón". Y encima ahora quiere quitarle hierro al asunto añadiendo este último párrafo ligero. Tiene delito. ¿A cuántos niveles podré llevar todo este rollo de los metacomentarios? Yo ya he perdido la cuenta. Encima se autodenomina simiópata, este tío es imbécil.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Simiopatía


En realidad todo esto comenzó sin demasiada justificación, no pensé mucho en qué nombre le pondría al blog, acababa de leer El almuerzo desnudo y me pareció que el concepto de simiopatía que allí describe Burroughs era divertido y encajaba con la idea del blogger irascible y asocial que pretendía encarnar.

-Personas que creen que son monos.- qué gracioso me dije a mi mismo sin poder prever lo que pasaría pocos años después en el metro de Madrid.

El metro de Madrid abarrotado de gente refugiándose del frío. La colección de de invierno del Zara entrando y saliendo por esas puertas de nave espacial hasta que llegó ella, una mujer bajita, feúcha, tiritando de frío que vino a situarse a mi lado, debajo del brazo con el que me agarraba a una de las barras del vagón. Enseguida me fijé en su pelo, su pelo grasiento y negro como si se hubiera peinado con betún, su pelo asombrosamente sucio, pelo del medievo o de algún otro tiempo sin champú o agua corriente, pelo venido de otra época, viajes en el tiempo capilares, una vorágine de imágenes surreales que me marearon. No podía dejar de mirar esa cabeza que tenía apenas a unos centímetros de mi brazo, al alcance de mi mano, sin que su dueña lo supiera, sin que pudiera ser consciente en absoluto de lo que pasaba en MI cabeza. Ese ansia inmediata, esas ganas irrefrenables de tocar ese pelo, esa mata mugrienta y apelmazada, de sentirla entre mis dedos y entre mis uñas. De desparasitar a esa mujer desvalida y muerta de frío. Una involución milenaria súbita, unos instintos primarios aletargados que volvían a mi como si nunca se hubiesen ido. Sólo con deslizar un poco mi mano, como en un descuido podría llegar a tocarlo y a lo mejor solo con rozarlo un poco ya valía para calmarme. No, sabía perfectamente que no, que si lo tocaba iba a ser peor, si lo tocaba tendría que seguir y tendría que enfrentarme a las miradas desaprobatorias de todos los pasajeros, incluso a la mirada de rechazo de la mujer a la que pretendía ayudar.


Cuando me bajé del metro, varias paradas antes de mi destino, aún estaba salivando y temblando de nervios. Pero lo había conseguido, había vencido al mono que todos llevamos dentro, había vencido a la simiopatía y para celebrarlo me bajé los pantalones en medio del andén, me cagué en las manos y arrojé el resultado contra los cristales del metro que ya volvía a arrancar.

-Vaya... otra vez lo haré mejor.- Me dije mientras me arremangaba los pantalones y salía al frío.

PD: A este paso voy a renombrar el blog al "Rincón de la mierda". De nuevo un post escatológico, y en esta ocasión por sorpresa, a última hora, Directed by M. Night Shit-amalan. ¿Todo el post ha sido una excusa barata para colaros este juego de palabras lamentable? Nunca lo sabréis (Sí).

PD2: ¿Os habéis fijado en que en las películas de temática medieval los personajes protagonistas y los secundarios suelen tener el pelo razonablemente limpio mientras que los pelos de los extras siempre están asombrosamente mugrientos?