viernes, 3 de diciembre de 2010

Simiopatía


En realidad todo esto comenzó sin demasiada justificación, no pensé mucho en qué nombre le pondría al blog, acababa de leer El almuerzo desnudo y me pareció que el concepto de simiopatía que allí describe Burroughs era divertido y encajaba con la idea del blogger irascible y asocial que pretendía encarnar.

-Personas que creen que son monos.- qué gracioso me dije a mi mismo sin poder prever lo que pasaría pocos años después en el metro de Madrid.

El metro de Madrid abarrotado de gente refugiándose del frío. La colección de de invierno del Zara entrando y saliendo por esas puertas de nave espacial hasta que llegó ella, una mujer bajita, feúcha, tiritando de frío que vino a situarse a mi lado, debajo del brazo con el que me agarraba a una de las barras del vagón. Enseguida me fijé en su pelo, su pelo grasiento y negro como si se hubiera peinado con betún, su pelo asombrosamente sucio, pelo del medievo o de algún otro tiempo sin champú o agua corriente, pelo venido de otra época, viajes en el tiempo capilares, una vorágine de imágenes surreales que me marearon. No podía dejar de mirar esa cabeza que tenía apenas a unos centímetros de mi brazo, al alcance de mi mano, sin que su dueña lo supiera, sin que pudiera ser consciente en absoluto de lo que pasaba en MI cabeza. Ese ansia inmediata, esas ganas irrefrenables de tocar ese pelo, esa mata mugrienta y apelmazada, de sentirla entre mis dedos y entre mis uñas. De desparasitar a esa mujer desvalida y muerta de frío. Una involución milenaria súbita, unos instintos primarios aletargados que volvían a mi como si nunca se hubiesen ido. Sólo con deslizar un poco mi mano, como en un descuido podría llegar a tocarlo y a lo mejor solo con rozarlo un poco ya valía para calmarme. No, sabía perfectamente que no, que si lo tocaba iba a ser peor, si lo tocaba tendría que seguir y tendría que enfrentarme a las miradas desaprobatorias de todos los pasajeros, incluso a la mirada de rechazo de la mujer a la que pretendía ayudar.


Cuando me bajé del metro, varias paradas antes de mi destino, aún estaba salivando y temblando de nervios. Pero lo había conseguido, había vencido al mono que todos llevamos dentro, había vencido a la simiopatía y para celebrarlo me bajé los pantalones en medio del andén, me cagué en las manos y arrojé el resultado contra los cristales del metro que ya volvía a arrancar.

-Vaya... otra vez lo haré mejor.- Me dije mientras me arremangaba los pantalones y salía al frío.

PD: A este paso voy a renombrar el blog al "Rincón de la mierda". De nuevo un post escatológico, y en esta ocasión por sorpresa, a última hora, Directed by M. Night Shit-amalan. ¿Todo el post ha sido una excusa barata para colaros este juego de palabras lamentable? Nunca lo sabréis (Sí).

PD2: ¿Os habéis fijado en que en las películas de temática medieval los personajes protagonistas y los secundarios suelen tener el pelo razonablemente limpio mientras que los pelos de los extras siempre están asombrosamente mugrientos?

4 comentarios:

  1. Yo me pregunto otra cosa cuando pienso en este binomio simio-persona: ¿Cómo es posible que haya personas con el pelo más churretoso y asqueroso que un mono? Piénsalo, ¿cada cuanto se ducha un mono? Juraría que JAMÁS. ¿Pero acaso vas al zoo y les ves el pelo churretoso y con ese aceite repugnante de pelo de yonki o mío tras dos días sin lavármelo a un simio cualquiera? Ni por asomo. ¿Debemos entender acaso que existe algún tipo de oscuro patrocinio por parte de marcas de champú, un acuerdo en la sombra para que parte del presupuesto del zoo se destine a champú antigrasa que aplican a los animales diariamente para beneficio de, pongamos, Vidal Sassoon? ¿DEBEMOS? ¿Cuál es la aterradora verdad? ¿Somos más sucios que los monos?

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  2. Los monos no se duchan pero los otros monos los lavan. Aunque sean monos toxicómanos de esos que fuman y llevan patines y sombrero de botones, los otros monos los cuidan. En algún momento de la evolución nos hemos perdido en el camino.

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  3. Pero creo poco probable que puedas quitar toda la grasa repugnante del pelo con las uñas, tendrías que ir pelo a pelo, y los dedos generan una grasa propia que empeoraría el problema. No me cuadra.

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  4. 1. Los monos van pelo a pelo, son cuidadosos.
    2. Tienen dedos ásperos de mono, sin grasa.

    Vives en el futuro tío ¡Involuciona!

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