martes, 14 de diciembre de 2010

Disparando a vacas

Una empresa propone una actividad extralaboral a sus trabajadores para fomentar el compañerismo entre ellos, a lo americano, a lo Google. En pleno éxtasis buenrollista hasta dejan a los empleados elegir la actividad pero pronto se forman dos bandos irreconciliables. Como es imposible ponerse de acuerdo de otra forma se opta porque la decisión se tome en una votación.

En las siguientes semanas hay una precampaña feroz durante la que todos abandonan sus labores, nadie da un palo al agua. Los dos bandos intentan inclinar la balanza hacia su lado convenciendo o sobornando a sus rivales, pero no hay manera: La brecha es absoluta. El gerente de la empresa empieza a sentirse una especie de Lutero accidental del siglo XXI, ridículo, intenta poner paz pero es imposible, los empleados separan las mesas y empiezan a cometer serias negligencias para comprometer a sus enemigos.

El día de las elecciones el clima es irrespirable. El resultado: un previsible empate. Aún así ninguno de los dos bandos da su brazo a torcer, ni siquiera cuando el gerente acepta realizar las dos actividades por separado saliéndose del presupuesto, SALIÉNDOSE DEL PRESUPUESTO. No, todos quieren ver a sus rivales jodidos, puteados haciendo aquello que no querían hacer. Y desde luego no se fían de que una vez realizada una primera actividad sus promotores vayan a quedarse a hacer la segunda. No llevan días escupiéndose en el café mutuamente sin haber aprendido nada. Solo queda una opción. Nace el capea-paintball. Como el paintball normal pero teniendo que hacer malabares con un capote mientras llevas la pistola de pintura e intentas torear a las numerosas vaquillas que corretean por el recinto a la vez que tratas de disparar al resto de participantes. Les cuesta convencer a los dueños de las vaquillas y a los del recinto del paintball pero el gerente lo paga encantado con tal de olvidarse de una vez del tema. Tiene lugar una vorágine de cuernos, pintura, lágrimas y zapatillas embarradas.

La experiencia es tan catártica que todo el mundo vuelve a sus puestos como si nunca hubiese existido ninguna rivalidad. Han compartido una experiencia límite juntos que crea un vínculo permanente entre todos ellos.

Un éxito impredecible que el gerente estaría aún hoy celebrando de no haber muerto por una cornada en el bazo que se complicó a causa de una infección por dicromato.

3 comentarios:

  1. eres increíble tío me estoy partiendo de risa con tus entradas, haces que chorradas que no se le han ocurrido a nadie parezcan posibles

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