domingo, 20 de febrero de 2011

The Game


En anteriores posts ya me he quejado y he propuesto soluciones al principal horror de la sociedad moderna: Ser increíblemente aburrida y carente de emociones. Es la hora de añadir la zanahoria al muñeco de nieve de esa reflexión.

Por si fuera poco drama que nuestras vidas tengan una inclinación terrible al tedio la mayoría de cosas que nos ocurren son incontrolables. Esto en principio podría ser divertido e incluso emocionante, el miedo a lo desconocido, ya sabéis. Pero no, los riesgos incontrolables de la modernidad son el cáncer, los accidentes de tráfico y que no funcione internet. ¿Qué tiene de emocionante el cáncer comparado con, por ejemplo, el ataque de un monstruo tentacular en el mar de los sargazos en el siglo XIX? ¿Y un accidente de tráfico? ¿Qué tiene de aventuresco morir por quedarte dormido al volante? Morir dormido, ¡dormido! mientras podríamos estar muriendo a miles, qué digo a miles, ¡a cientos de miles!, por ataques de bandidos en los caminos reales después de intensos combates a espada como ocurría antaño.

Esta falta de control lejos de proporcionarnos emociones lo que acaba trayendo es una despreocupación por nuestros actos y en definitiva más apatía y aburrimiento. Contra un pulpo gigante puedes liarte a espadazos, contra el cáncer sólo queda tumbarse en la cama y sufrir los efectos de la quimioterapia hasta morir tumbado en una cómoda cama. Si no te hubieras arriesgado tomando esa ruta, si hubieses puesto el barco al pairo, no te habrías adentrado en esa maraña ignota de algas, si hubieses sido más prudente a la hora de acercarte a la borda para intentar descubrir el origen de ese sonido burbujeante y si hubieses acertado con ese último mandoble el pulpo gigante no estaría ahora apunto de triturarte las costillas con su afilado pico. ¿Pero qué podrías haber previsto con el cáncer? ¿Qué podrías haber hecho? ¿Dejar de comer transgénicos? No. Absolutamente nada.

Pero no todo está perdido, la despreocupación debe ser reconducida, la despreocupación y la inconsciencia son los dos pilares sobre los que se construye la diversión. Si nuestros actos no tienen relaciones directas con sus consecuencias aprovechémonos de ello, generemos nuestros propios procesos de causa y efecto. Nuestros propios juegos. Dejemos que nuestra vida esté controlada totalmente por el azar. Si alguien dice determinada palabra en el transcurso de una conversación busca cualquier excusa para ofenderte e insultarle, bésala si se pone unos zapatos rojos, mata a la próxima persona que conozcas que se llame Pascual y no hables en las peluquerías bajo ningún concepto.



No puedes controlarlo, ríete de la vida a la cara, diviértete.


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