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miércoles, 18 de agosto de 2010

Die Übbernagel (III: El fin de un sueño)

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Die Übbernagel
Die Übbernagel II

¡Traición!, ciencia y religión se han unido para acabar con la utopía de mi uña perfecta. Como os comenté la última vez algún Dios envidioso se había molestado al ver que estaba intentando mejorar su creación y mi übbernagel fue atacada por la enfermedad. Pero mi uña no se rindió, aguantó valientemente en mi dedo gordo del pie, resistiendo los envites de la ira divina. Sin embargo, LA SOCIEDAD, me presionó severamente para ir a un hospital, a la sociedad no le gusta que andes por sus calles con tus pies purulentos manchando sus baldosas de conformismo con tu revolucionaria infección.

Lo que nunca me imaginé fue que la ciencia, histórica enemiga de los Dioses, me traicionaría de una forma tan despiadada al solicitar su auxilio. La ciencia no curó mi uña, la mató, la arrancó de mi para siempre de forma salvaje y desgarradora. La ciencia como la religión también tiene envidia si intentas mejorar su creación sin pasar por los largos y aburridos pasos de la evolución.

No hay escapatoria, no hay futuro, no puedes confiar en nadie, estamos solos. Todo es mentira.

Adiós dulce príncipe.

lunes, 21 de junio de 2010

Die Übbernagel (II)

En el anterior post os hablé de mi übbernagel, de su utópica rebelión y de su desafío a los Dioses. Os conté la odisea de una uña valiente que se negó a seguir creciendo consciente de la futilidad de su misión, una uña heróica que intentó imponerse a la fofa inercia del mundo deteniéndose para siempre, enhiesta en mi pie como una bandera por la libertad y la razón.

Desgraciadamente los Dioses no se toman bien los desafíos y mi übbernagel ha sido atacada por alguna de las siete plagas y aunque aún se mantiene pegada a mi carne, zozobra en un mar de ira divina y pus (en una proporción 30%-70%).

Mi intento por mejorar la obra de los Dioses no está quedando impune y puedo adivinar los oscuros designios de esas deidades sucias y envidiosas. Probablemente me haya convertido en un nuevo Prometeo y mi desafío al Olimpo sea castigado como lo fue en su día el robo del fuego y quizás ya esté condenado a que mi uña crezca cada mañana y sea devorada por el pus cada noche hasta el final de los tiempos.